Fue un ciclón lo que arrasó a la Plaza Vélez Sarsfield, de Floresta, matando robles y abedules, nidos de cotorritas y zorzales, también el de los ladrones de miguitas, los queridos gorriones. Arboles añosos se rindieron al fuerte viento, que empujaba y empujaba. Hasta el árbol que le daba sombra a "La Columna de La Vida", cayó rendido a sus pies, pero antes de morir pidió un último deseo: "No dañar a la escultura de Antonio", y se le cumplió nomás, en su caída mortal una ráfaga de otra dimensión, desvió a este gigante de los robles y hoy la pareja esculpida en "La Columna de La vida", por el troesma Antonio Pujía, puede ver el sol.
Ilustración y nota de Beto Páez artista plástico de Floresta.